Esos locos bajitos
A menudo los hijos se nos parecen,
y así nos dan la primera satisfacción;
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.
Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.
(Joan Manuel Serrat)
Nacer desde la Ilusión
Para comenzar diremos que es cierto, que no dio sus primeros gateos sobre esta tierra, y me anticiparé a contar, antes de que se imaginen que es de otro mundo, ¡que no!, que no es así; que se gestó en la ilusión de sus padres o de su madre en el caso de que tengamos que prescindir del padre –más que conocidos son los avances tecnológicos-, “…si del padre había dudas…”; esto me hace acordar aquel dicho, que dice: “…madre hay una sola…”, parece que también está sufriendo algunos retoques en aquellos casos en que la ciencia deja los rastros de su andar.
Pero como estaba diciendo, aquel todavía esbozo de ser, provino de la ilusión de sus padres, el sueño de ellos fue su primera morada, sueños donde habitó en un primer lugar, es allí donde vivió antes de advenir, antes de nacer, cuando todavía no estaba vivo en esta tierra, cuando era solo aquello que el deseo del Otro convocaba a nacer; cada sujeto habrá sido en principio hablado por este Otro antes de hablar su lengua.
Un Futuro ya Trazado
Anticipadamente ya se conocía, éste tenía un nombre y un apellido, formaría parte de una ascendencia y se esperaran muchas cosas de él, que sea…: “…médico, honesto, artista, humilde, abogada, futbolista, trabajador, etc., etc., etc., que sea…”, esos puntos suspensivos aparentemente silenciosos, ¡que insoportables! que se tornan cuando muchas veces se prolongan, puntos suspensivos que no terminan de decirnos qué somos.
Ni que hablar en estos tiempos donde también es posible decidir hasta su sexo, su color de ojos, y quien sabe cuántas otras cosas más, todo un menú de opciones, de condiciones, quizás así sea más sabroso, …¡mmhhhh!…
La Prematuración del Humano
¡¡¡Qué más!!!, su futuro ya estaba trazado; ¿Cómo se las verá para tomar decisiones en la vida? Y más aún si a esto le sumamos que en el momento en que deje ese paraíso en el que solo habitaba en la ilusión del Otro y llegue a esta tierra, será el único que, en su condición de humano, nacerá en un estado de prematuración, de impotencia fisiológica, de desamparo.
El cachorro humano cuando cae por el canal del parto, aún no nació a la vida, nació a lo orgánico, a lo biológico; su estado de inmadurez es tal que en sus primeros tiempos de existencia dependerá absolutamente de su madre, a diferencia de sus amigos del reino animal que apenas nacen ya salen a andar, (esto es a causa de que la banda de mielina que debe recubrir su sistema nervioso no está aún totalmente desarrollada).
La Importancia del Otro
Es por ello que será cuestión de vida o muerte que cuente como mínimo en los primeros años de su vida con la presencia de los cuidados del Otro, representado en su madre o quien cumpla con esta función, y no «solo» para ser así alimentado y cubierto en sus necesidades fisiológicas ya que esto no es «solo» por una cuestión biológica, de que si no come muere, no es «solo» una cuestión de necesidades orgánicas.
Cuando digo «solo», no es por restarle importancia a estas necesidades, sino porque sabidas son las causas de muerte por hospitalismo registradas por el discípulo de Freud, Rene Spitz. Sus observaciones se basaron en los dos primeros años de vida en la relación madre-hijo.
Ya existía documentación histórica en relación con este “fenómeno”; se comentaba que un Faraón había intentado que un grupo de infantes fueran criados separados de sus madres, pero los resultados fueron que los bebés habían fallecido. Datos más específicos son los provenientes del “experimento” ordenado por Federico II de Prusia, éste pretendió formar “perfectos soldados”, para esto, no debían tener ningún “afeminamiento o sentimiento de compasión”.
Para prevenir tales sentimientos pensó que la solución era criar a los niños, desde el parto, sin ningún estímulo afectivo. Es así que un grupo de bebés fue dado a “cuidar” a un grupo de enfermeras, que tenían la obligación de alimentar, de asear, etc., “perfectamente” a los niños, pero, la orden absoluta era que nadie diera la más mínima muestra de ternura, de cariño, ordenando que no hablasen con ellos. El resultado de tal “experimento” es que todos los bebés fallecieron a poco tiempo.
Mucho después, Rene Spitz descubre el real motivo, éste era la ausencia de la palabra para los niños pequeños, sugiriendo el término de “hospitalismo” a este fenómeno de falta de cuidados maternos.
El Poder de la Palabra
Aquellos niños a pesar de ser alimentados carecían de ingreso al lenguaje, se satisfacían sus necesidades orgánicas, pero morían, al estar exiliados de la palabra en un mundo de lenguaje. Es decir, si la madre «solo» da comida, «solo» da leche y no le habla, no lo mira, no lo sostiene, esto va a conducir a estragos gravísimos o si no, la muerte.
Este estado de dependencia, de prematuración, de inmadurez biológica, de desamparo propio del humano nos llevaría a pensar que, tal vez, el grito del lactante, debiéramos pensarlo más como una preferencia hacia la dependencia, que como signo de una necesidad. ¿Será por esto por lo que seremos férreos creyentes?
La Importancia de Ser Anhelado
Esto nos lleva a resaltar la importancia que tuvo para un sujeto la manera en que fue anhelado, nombrado, alojado, «marcando a fuego», al decir de Lacan, al adulto que nos consulta.
Comprendamos que si no fuera por el apetito materno, ¿Cómo haría un sujeto con el pasar de los años para sentirse apetecible?, ¿Cómo haría para sentirse importante?, merecedor de sus logros en la vida, merecedor para alguien, pero eso sí, apetecible, no devorado por una madre voraz, quedando el sujeto a perpetuidad como: «el nene de mamá», ya que ésta deberá alojar al hijo pero también dejarlo partir, …alojar y dejar partir…
Es por esto que es muy importante desarticular algunas demandas de hijo, destinadas estas últimas a satisfacer, vaya uno a saber, cuales condiciones, entrando así el niño dentro de una “serie” más de objetos, uno más de los tantos ya ofrecidos por la sociedad de consumo.
Función Paterna y Materna
Tiempos en los que ya no solo falla como tanto se dice, la función paterna sino también la materna; sabidos son aquellos casos en que la madre aloja a su hijo, pero engulléndolo, para así retenerlo a perpetuidad, no dejando ir, o al contrario de aquellas que ni siquiera se ocupan de su hijo, lo rechazan, no permitiendo al niño darle un lugar donde hallarse.
“…Más que un padre soy un amigo…”, dicen exaltantes algunos padres en referencia a su relación con los hijos, -no vaya a ser que por tener un amigo se pierda un padre podríamos replicar nosotros-
Condiciones de Existencia
Como todavía los hijos vienen al mundo convocados por un sin fin de condiciones, -quiero que sea así… y así…, porque…, para…- y siendo este hijo, con suerte y condiciones mediante, capturado como objeto del fantasma, sabemos que no siempre es con ternura, muchas veces llegan por accidente, otros porque la vecina tuvo uno, otros son rechazados, algunos vienen por obligación, algunos otros salvados del aborto, están aquellos que vienen a suplir algún muerto, etc.; estas circunstancias no necesariamente habrá de tomarlas como irremediables, por lo menos no siempre, pero nos informa acerca de quienes lo criaron.
Además, su deseo –hijo-, estará marcado por el ‘abrazo’ que él hizo de algunos de aquellos dichos… de aquel Otro, encarnado en sus padres… aunque hay quienes le dicen ‘herencia’…
El Impacto del Deseo del Otro
O acaso nunca nadie pensó en la ‘casualidad’ de que muchas de nuestras elecciones en el camino de la vida tienen ‘coincidencias’, -así sea por oposición a ellos-, con algunas de las tomadas por nuestros padres: …igual que él tenías que ser…; y también la archi conocida -pu#$%& como tu madre…; o también cuando –inexplicablemente para algunos- ambos hermanos estando bajo el mismo cuidado del Otro -padres- toman –abrazan- diferentes palabras, dichos, de algunos de ellos, es por esto también que no salen los dos iguales.
Espero que se haya podido apreciar la importancia de cómo un sujeto es buscado, nombrado, fantaseado, dicho por sus padres, -esto no debe entenderse como una ‘predicción futurista-destino’, tampoco como una ‘predilección’ de nuestra parte a que nos relate toda su vida de infancia, por lo menos no es esta nuestra consigna, -no decimos: ‘cuéntenos que le ocurrió de niño’-.
Si la demanda: ¡¡¡Quiero un hijo!!!, está presidida para un consumo utilitario o reivindicativo; o si con suerte, habrá circulación del deseo regulado por el fantasma; claro está, que solo en la experiencia de un análisis se podrá averiguar cuál de estas dos alternativas presiden aquella demanda, caso por caso y ética mediante.
La Complejidad del Deseo Parental
Para finalizar podríamos decir que más que gestarse en la ilusión de sus padres, -como afirmábamos en un principio- este hijo fue propio de un deseo que no era por completo ni el de su padre, ni el de su madre, sino un anhelo confuso que los superaba también a ellos.