La Angustia y el Deseo
La Naturaleza del Deseo
En la angustia siempre hay algo del orden del deseo que el sujeto no acaba de reconocer. Sufrimos, padecemos este malestar estructural, ya que nunca encontramos aquello que exactamente buscamos, y en esa diferencia entre el placer perseguido y el hallado, allí siempre hay un resto, una diferencia entre lo que anhelamos y lo obtenido. Ese resto que no conforma es donde podríamos quizás ubicar lo terapéutico. Es decir, que el sujeto se pueda “reconciliar” con su deseo, preguntarse si realmente quiere lo que desea. Lo que hagamos con esa diferencia, con ese resto, es lo que marcará nuestra posición como sujetos ante la vida, es decir, que podamos abordar los aspectos de la vida con la sensación de que verdaderamente estamos haciendo lo que queremos.
Tipos de Angustia según Freud
Freud distinguía dos tipos de angustia (1):
Angustia Señal
Esta funcionaría como alarma, como señal que nos advierte, nos anuncia, permitiéndonos así poner en marcha mecanismos y conductas defensivas para evitar aquello que nos angustia, que vivenciamos como traumático, conflictivo, frente a un estímulo demasiado intenso. Cuando el «yo» reconoce diferentes situaciones de peligro, la angustia es morigerada, es disminuida para servir de aviso, activando diversos mecanismos conducentes a alejar aquel peligro, presentándose así acotada. El sujeto puede construir una representación mental para ligar su crisis, como por ejemplo: “…miedo a la muerte, a volverse loco, ante mucha gente, a lugares cerrados, etc.”
Angustia Automática
Aquí el sujeto se siente paralizado, no pudiendo pensar ni actuar. Irrumpe un afecto de terror, de pánico, un lugar donde este terror no está enmarcado. Aquí entraría el concepto de ataque de pánico y quedarían excluidas aquellas angustias que no inhabilitan al yo para operar, para desenvolverse en su cotidianidad. Si bien lo obstaculizan, no lo paralizan por completo. Freud relaciona el terror con la sorpresa y lo diferencia de la angustia señal. En el caso del terror, el apronte angustiado falla en su función de señal, dejando al sujeto a merced de un acontecimiento que se torna traumático por la falta de preparación para enfrentarlo, y lo sume en otra forma de angustia, una angustia devastadora, que llama “automática”.
El ataque de pánico, por ejemplo, es un estado de angustia máxima, en el cual este afecto irrumpe, sorprende y no puede ser articulado a alguna circunstancia. El sujeto se siente paralizado, invadido por un sentimiento de terror, desconoce a qué o a quién puede “culpar” o “atribuir” estas sensaciones.
La Angustia en la Clínica Psicoanalítica
En nuestra clínica, la angustia es una brújula y, como analistas, aunque procuremos enmarcarla para trabajar —si es que se desborda— no la haremos callar, sino expresar. Es lo contrario al discurso médico; para nosotros no es un exceso que debe ser reeducado, ni aplastado con pastillas.
Citas:
- Inhibición, síntoma y angustia – Freud (1925-1926). Versión electrónica.